Siglo XIX
El teatro
romántico tuvo dos notables antecedentes en el Sturm und Drang con Johann
Christoph Friedrich von Schiller. Como en el resto de la literatura romántica,
destaca por el sentimentalismo, el dramatismo, la predilección por temas
oscuros y escabrosos, la exaltación de la naturaleza y del folklore popular.
Surgió un nuevo género, el melodrama, y se popularizaron los espectáculos de
variedades (vaudeville).
Con el
teatro realista nació el teatro moderno, pues sentó las bases del que sería el
teatro del siglo XX. Se puso énfasis en el naturalismo, la descripción
minuciosa de la realidad, no sólo en la temática y el lenguaje, sino también en
decorados, vestuario, atrezzo, etc.
El teatro
simbolista recibió la influencia del «espectáculo total» wagneriano, destacando
por un lenguaje de fuerte trasfondo metafísico y trascendente, buscando la
esencia humana a través de la intuición y la meditación, con preferencia por
los temas míticos y las leyendas, de influjo esotérico y teosófico.
Siglo XX
El teatro
del siglo XX ha tenido una gran diversidad de estilos, evolucionando en
paralelo a las corrientes artísticas de vanguardia. Se pone mayor énfasis en la
dirección artística y en la escenografía, en el carácter visual del teatro y no
sólo el literario. Se avanza en la técnica interpretativa, con mayor
profundización psicológica (método Stanislavski, Actors Studio de Lee
Strasberg), y reivindicando el gesto, la acción y el movimiento. Se abandonan
las tres unidades clásicas y comienza el teatro experimental, con nuevas formas
de hacer teatro y un mayor énfasis en el espectáculo, retornando al rito y a
las manifestaciones de culturas antiguas o exóticas. Cobra cada vez mayor
protagonismo el director teatral, que muchas veces es el artífice de una
determinada visión de la puesta en escena.
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